El campus que le da la bienvenida acaba siendo, a pesar de todo, mucho más fascinante de lo que presentía, sacudido en esos días por un movimiento cívico en contra de la devastación de un paraje legendario, para construir en él un monstruoso centro comercial. Y el trabajo que absorbe sus energías (la clasificación del legado de su viejo paisano Andrés Fontana, muerto varios años atrás) no resulta ser tan tedioso como parecía.
Paulatinamente, mientras se ocupa en estructurar la memoria de aquel hispanista olvidado, en su entorno va ganando proximidad Daniel Carter, un colega americano maduro y encantador que no ocupa el sitio que realmente merecería. Entre los dos hombres, uno por medio de sus huellas póstumas y otro con su complicidad que va a más, Blanca se verá inmersa en un entramado de sentimientos opuestos, intrigas ocultas y puertas sin cerrar.
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